Una mañana a mediodía, junto al parque en la plataforma trasera de un autobús casi completo de la línea S, se pudo ver a un personaje que, con su cuello largo y su sombrero de fieltro rodeado por un cordón trenzado, se asemejaba a un espantapájaros viviente. Este individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su compañero de asiento, pretendiento que le pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros, pero al ver que un sitio había quedado libre, abandonó rápidamente la discusión para abrirse paso entre la multitud, como si se moviera entre los linderos de un maizal a medio podar, hasta llegar al puesto avistado y sentarse. Dos horas más tarde, se le volvió a ver delante de la estación, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente, en una muestra de auténtica dualidad, esa que oscila entre la agresividad del hombre de paja y la levedad del ser común.
martes, 9 de junio de 2009
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2 comentarios:
Mucho mejor, pienso yo. Dale con la tuya.
Sí, algo mejor pero le falta trabajo... en la crónica literaria no debería decir "se le ve", sino "Vi". El problema no es lo que dice sino cómo lo dice.
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